23.12.06

La celebración litúrgica de la Natividad entre un sincero número de feligresía mexicana no existe, más bien es pretexto para embriagarse con alcohol y consumo. La época a veces me exaspera por sus derroches trogloditas, hay que mamar todo lo que se ve.
Festejaba el término de un año obsequiando aquello que gustaba a la gente que quería, mi sentimiento era sincero y gratificante pero 2 años atrás rompí el hábito tras un regalo a mi madre en extremo gravoso y que sólo usó dos ocasiones; de ahí, no me quedaron muchas ganas para seguir pendejeando.
Los lineamientos no eran tan difíciles: ropa, buenos e “ina$equibles” libros y música bella… creo que una ocasión fue de hardware.
Estos días, las calles al tope.
Anteayer, escondido en la fachada de la Iglesia a San Felipe Neri sobre la calle de Madero, un altísimo charro negro con cuernos y sarape me decía “Pásale chamacona, éntrale!... después de las trampas hay posada” y las hordas caminaban como si fuera el Último Día… se les acaba el tiempo y en su regocijo el “afuera” es otro; ‘no existe’ la indigencia y menos practicar el precepto cristiano de la caridad tan ad hoc.
Fui a Gandhi para comprar-regalar la película de “Los Caifanes” y ya en mis manos, enseguida evoqué la escena cuando el teporocho vestido de Santa Claus se quema.
Hoy, en un regreso fracturado, tras mis “compras navideñas” vi en el Eje Central al mamarracho que abandonó a mi amiga y a sus bebés con su bodrio femenino en turno y sentí ímpetu para jabbearla en 5. Lastimero par de apestosos.
Pero al terminar mi regreso, recibí un buen putazo visual-emocional sobre la esquina de Avenida México-Tacuba con Cuitláhuac; el lanzafuego que trabaja frente a la Honda fue atropellado por un imbécil que dio “vuelta prohibida” y al derribamiento siguió su incendio.
Se quemaba junto con sus pertenencias.
[Y Alilla pensaba: cómo cruzo-vuelo la puta calle tan larga para auxiliarle... para apagarle el fuego o correr tras aquel pinche naco hijo de puta] y la gente igual de apendejada que yo… unos echando tierra, otros sólo mirando.
En mi aturdimiento tuve muchas ganas de llorar pero al mismo tiempo quería masacrar a alguien. Alguien debía/debe pagar.
Metros adelante en Clavería, tuve un antiquísimo pero intenso "flashback": recordé cuando quemé el cuarto de un hotelucho porque me trataron mal. Y al divino y soberbio sentimiento que debe ser ser fuego que todo consume, pretende aunarse el de la culpa.
Ahora, veo que recibo mucho y eso no es bueno, es demasiado injusto.
Y en condición honesta, detesto esta puta y mierdera temporada.

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