I. La Mors iniciática.
Ahora veo que fue muy rara la conveniencia con la que mis padres trataron de explicarme (suavizarme) “las cosas” de la vida.
Tenía cinco años cuando supe que la gente moría y cuando figuré lo que era “un muerto”. Hasta entonces sólo tenía referentes como “la gente se va al Cielo” y el señalamiento… no aguardaba y menos concebía el proceso posterior del morir.
Mi padre tiene una casa de campo en el Estado de Hidalgo, en su pueblo la Ley de 1857, aquella que separó a vivos de muertos no existió; todavía acostumbraban enterrarlos en los atrios de las iglesias.
Aquella ocasión me llevaron a misa y esperé al momento donde la gente estaba más distraída (hoy, Eucaristía) para poder salir.
Afuera caminaba entre las tumbas, algunas veces las contemplaba y nefastamente llegué a un hueco que no debía existir, esto, porque era tanta la pobreza de aquel túmulo que no pudo ser finito contra la barda que hacía de pared.
Yo cabía muy bien en aquel espacio y desgraciada, fusioné en mi memoria lo nublado del día con el contraste anaranjado de unos ladrillos tapizados de verde y abultado musgo. Sin pensar, comencé a tirar de una bolsa transparente de plástico que se asomaba pero que no salía totalmente, se atoraba.
A la altura de mis ojos veía algo pequeño envuelto en color blanco. Después supe que era pañalina envolviendo un bebé.
No advertía, sólo estaba intrigada por aquello y fue cuando sentí un fuerte jalón con su bofetada frontal y escuchaba: “Eres estúpida?.. Qué te pasa?... Pendeja!!!... qué no ves que es un muerto?"
Hoy, aquel regreso a la casa me es borroso; sólo mantengo un baño muy caliente mezclado con alcohol y los incesantes reproches porque me iba a “dar aire”. …[de muerto?]
Etiquetas: [Τραuμα (gr.) “Herida”/ hoy... con otra acepción]
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