[“Por tanto, en verdad recordó el mal que hizo”, ¿1784 – 1805?]

I.

Detesto a la gente que hace casi lo imposible por obtener el cuerpo “perfecto”. También los “gimnasios” donde además de esa música asquerosa, pululan los mamotrones y los cerebros en las nalgas.

Casi toda mi vida nadé hasta que opté por el camino de las drogas duras. Por azares enfermé y mi metabolismo fue alterado brutalmente, nunca recuperé el peso perdido.

Intenté yoga, sumergirme en el azul otra vez pero generalmente nada me satisfizo.

Hace dos años comencé a boxear, las razones: simple lógica, hay que saber golpear y es el esfuerzo más completo. Sin embargo, nunca alcancé los soñados 45 kilos… lo más que obtuve fueron 50.

Hasta hoy mantengo una mediocre talla 5 y aspiro a algo distinto, “difícil” de explicar porque el medio es corporal pero lo irrealizable es emocional.

No busco ni pretendo “físico”, menos para exhibirle vulgarmente; eso ya lo hacen otros y a mi me da sopor.

Yo, quisiera prescindir de toda masa corporal pero no de los músculos.

Llegar al fondo para dejar de ser.

Porque el cuerpo, debe ser cuerpo para transgredirle.

No para chingaderas.

II.

Sería portentoso un doctorado donde la historia pudiera explicar el nacimiento, deglución y asimilación en los sentidos ajenos sobre el suicidio o la androginia.

[...]

Hoy recordé una mutilada y no dable conjunción de las Iluminaciones de Walter Benjamin en Taurus y otros dos textos de Eliade en la colección Orientalia de Paidós. Nonata reedición.

Ahí tampoco lleno vacíos.

III.

[“Lock me up.

Lock me up.

Rot and assimilate.

So hot to annihilate”]