5.12.06

Wolfgang Amadeus Mozart
EX PROFESO
Si Wolfgang Amadée Mozart viviera hoy, volvería a morir por impresión. La humanidad es extraña, se hace “ajena” a sus circunstancias coetáneas. Esta vez en razón del 250 aniversario de su natalicio, el mundo se pavoneó con una pequeña parte de su legado olvidando que en vida además de cerrarle caminos, le “pateó el culo” numerosas veces, metafórica y físicamente.
No creo que haya boca prudente que afirme haber escuchado toda su obra ni existente liviandad para apreciar lo que fue su crecimiento.
Amo a Mozart porque escucharle es escuchar a la vida en dos de sus muchas caras, la aparente fue alegre sin dejar por momentos la sensatez y la difícil fue escrita en tonos graves y bajos, realmente tristes.
5 años he escuchándole con conciencia y sentí vergüenza de mi ignorancia… me siento niña, apenas aclaro algunas cosas... más cuando leo fragmentos de su correspondencia y diarios… es bueno rasgar el halo romántico que sus posteriores crearon.
Sonrío con sus apegos y lenguaje anales y le admiro cuando buscaba salir de un sitio o etapa mediocres.
Y es que Mozart rompió casi con todo; fue académico, solemne, rebelde, mordaz y un cabrón buen humano que reconocía “influencias” incrustando a algunos de los que admiraba… como a Johann Michael Haydn. Componía mofándose sinceramente de sus hostiles... brota mi risa en ciertos segmentos sacros.
Son 2 óperas, 3 sinfonías y muchas las piezas que me son gratas, aquellas para clavecín, contrapunto y cuerdas. Creí en la perfección cuando escuché el No. 20 y 24 de sus conciertos y supe de la verdadera tristeza con y para una viola [K. 593 y 614].
Con su réquiem no sólo comprendí una estructura sino que sentí la gradual súplica de un ánima desde y durante su juicio individual hasta el Último distinguiendo siempre el seguimiento litúrgico. Y con el Díptico [K. 515 – K. 516], asimilé la cortés orgía apareada, de ecos a sí; disueltos y renunciantes para retomar el centro de nuevo; máxima gentileza de arrojo mínimo.
A Mozart le debo prolongados placeres y auténtica distracción, también en una de las sesiones inaugurales durante el Concierto para clarinete y orquesta en La mayor [K. 622], el franco suspiro de mi acompañante de hielo.
[Joannes Christostomos Wolfgang Gottlieb Mozart, Mi amadísimo austriaco, bien supiste que ni tu primitiva patria ni tu Europa ignorante hicieron de ti lo que César Augusto de la antigua Roma pero siempre serás mármol.]

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